El Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio
José de Sucre, resultó herido en el complot de Chuquisaca, suceso conspirativo
dirigido a derrocar el Gobierno boliviano y a asesinar a Sucre, entonces
Presidente de la joven nación del Altiplano.
El autor
intelectual fue Casimiro Olañeta, pero el verdadero promotor era el general
peruano Gamarra quien, además del asesinato de Sucre, pretendía invadir a
Bolivia con 4.000 hombres que a tal efecto situó en Puno. La herida que recibió
Sucre en Chuquisaca serviría luego para reconocer sus restos mortales perdidos.
Sucre había
sido electo en 1827 Presidente de la nueva República de Bolivia, fundada por
Bolívar. Todos los colegios electorales se pronunciaron a su favor, y la
administración de Sucre fue ejemplar, al punto que muchos consideran que no ha
sido superada, ni imitada siquiera hasta ahora, en ninguno de los Estados
sudamericanos, ni aún en aquellos mejor regidos. Sin embargo, para muchos, la
virtud y la honestidad constituyen una afrenta.
En efecto,
luego de establecida la república en el Alto y Bajo-Perú, cuando los poderes
públicos de las nuevas naciones se esforzaban por afianzar la libertad y hacer
perdurable la independencia, las ambiciones antipatrióticas y los intereses
mezquinos de aquellas localidades se desbordaron. Se activó la sedición para
corromper la disciplina y la moral del ejército auxiliar libertador, lo que
condujo hasta el terreno fatal de la sublevación y los motines en los
cuarteles.
La traición
alentó el atentado, luego de lo cual Sucre renunció a la Presidencia de
Bolivia, expresando al presentarse ante el Congreso:
“ … Y aunque por resultado de
instigaciones extrañas llevo roto este brazo que en Ayacucho terminó la guerra
de la Independencia americana y que destruyó las cadenas del Perú y dio ser a
Bolivia, me conformo cuando en medio de difíciles circunstancias, tengo mi
conciencia libre de todo crimen”.
Quienes
ambicionaban el poder en Bolivia nunca hubieran podido aceptar el gobierno de
un hombre de virtudes, justo y trabajador como Sucre, y aunque fracasaron en
abril de 1828 continuaron intentando deshacerse de él, objetivo que
persiguieron hasta que la vida del noble héroe fue destruida en el paso de
Berruecos, el 4 de junio de 1830.
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